Límites y afecto: una dupla necesaria en la crianza
Límites y afecto: una dupla necesaria en la crianza
En la crianza, el afecto es fundamental, pero no suficiente. Para que niñas y niños crezcan con seguridad y autonomía, también necesitan límites. Aunque a veces se los asocia con castigo o rigidez, los límites bien puestos son una forma de cuidado.
Desde los primeros años, marcar lo que se puede y lo que no se puede hacer ayuda a organizar el mundo interno de los niños, les da referencia y estructura. Un límite claro, sostenido con afecto, transmite contención y guía, y permite que el niño sepa que hay alguien que lo cuida, incluso cuando algo no le gusta o no lo puede entender del todo.
Pero un límite sin afecto puede ser vivido como rechazo o castigo, y el afecto sin límites, como confusión o falta de contención. Por eso es tan importante que esta dupla se mantenga unida. No se trata de decir que sí a todo, ni de imponer normas con dureza. Se trata de acompañar con firmeza y ternura a la vez.
Frases como “entiendo que estés enojado, pero no se puede pegar”, o “es difícil dejar de jugar, pero ahora es momento de dormir”, validan la emoción sin ceder en el límite.
Así, el niño aprende a poner palabras a lo que siente y a tolerar la frustración, con la seguridad de que hay un adulto presente y disponible.
Criar es una tarea compleja, que muchas veces exige sostener el malestar, bancar el “no te quiero” del momento, sin romper el vínculo. Pero también es una oportunidad para transmitir valores, cuidado y amor desde el ejemplo.
Afecto y límites no se oponen, se complementan. Son dos formas de decir: “estoy acá para vos”.